La Torre de Espantaperros en
Badajoz, es uno de los más evidentes monumentos almohades de la Península
Ibérica, del siglo XII para ser más exactos. Se la conoce también por el nombre
de Torre de la Atalaya. La torre de Espantaperros está situada en la parte
oriental de la Alcazaba de Badajoz y constituye la torre de vigilancia más
fuerte de todo el recinto. Su planta es octogonal, es decir con ocho lados, y
se conserva en toda su altura.
Esta torre es del tipo conocida como Albarrana, es decir, que estaba colocada por delante del lienzo de la muralla y conectado a él por un pasillo estrecho y un arco. Estas torres albarranas son características de la arquitectura militar islámica en la Península Ibérica, aunque normalmente ya son de bastante menor tamaño que el que nos ocupa.
La mayor parte de la Torre es maciza, salvo sus dos plantas superiores que constituyen dos cámaras anulares abovedadas. En origen estaba rematada por una pequeña construcción cuadrada decorada con arcos entrecruzados, al que en la época cristiana se le superpuso el remate de estilo mudéjar que ahora puede verse. Este remate mudéjar tenía cómo fin alojar una campana que actualmente se conserva en el Museo Arqueológico Provincial de Badajoz y que fue desmontada a finales del siglo pasado.
Por desgracia, los actuales accesos y el mantenimiento de la torre no permiten abrirla al público ya que su conservación es penosa, incluso en el verano de 1920 el estado de ruina era preocupante. Un par de años después parte de la torre se desplomó cayendo al interior de una de las viviendas que tenía adosadas. El alcalde, a instancias del arquitecto municipal, exigió a la Comisión de Monumentos que se pronunciara: se restauraba la torre o se demolía y fue restaurado por el arquitecto Ventura Vaca.
Esta torre es del tipo conocida como Albarrana, es decir, que estaba colocada por delante del lienzo de la muralla y conectado a él por un pasillo estrecho y un arco. Estas torres albarranas son características de la arquitectura militar islámica en la Península Ibérica, aunque normalmente ya son de bastante menor tamaño que el que nos ocupa.
La mayor parte de la Torre es maciza, salvo sus dos plantas superiores que constituyen dos cámaras anulares abovedadas. En origen estaba rematada por una pequeña construcción cuadrada decorada con arcos entrecruzados, al que en la época cristiana se le superpuso el remate de estilo mudéjar que ahora puede verse. Este remate mudéjar tenía cómo fin alojar una campana que actualmente se conserva en el Museo Arqueológico Provincial de Badajoz y que fue desmontada a finales del siglo pasado.
Por desgracia, los actuales accesos y el mantenimiento de la torre no permiten abrirla al público ya que su conservación es penosa, incluso en el verano de 1920 el estado de ruina era preocupante. Un par de años después parte de la torre se desplomó cayendo al interior de una de las viviendas que tenía adosadas. El alcalde, a instancias del arquitecto municipal, exigió a la Comisión de Monumentos que se pronunciara: se restauraba la torre o se demolía y fue restaurado por el arquitecto Ventura Vaca.
Las torres poligonales no son infrecuentes en
la arquitectura almohade andalusí. Baste citar cómo ejemplo la Torre del Oro
Sevillana. Su construcción formaba parte de reforzamientos de las
fortificaciones que emprendieron los almohades en toda Al-Andalus, necesitaba
de defensa ante el empuje guerrero y territorial de los reinos cristianos del
norte. De hecho, la Alcazaba de Badajoz, tal y cómo hoy se nos presenta es el
producto de éste programa constructivo.
Torre de Espantaperros
Campanario de la torre de Espantaperros
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