SANTA LUCIA DEL TAMPAL
De esta iglesia, de la que se conocía su existencia desde siempre, hasta el
punto de que a finales del siglo XIX se celebraban en ella algunos oficios
religiosos y era aún el destino de una romería, no se ha reconocido su valor histórico
y artístico hasta finales del siglo XX, cuando estaba ya en muy mal estado
aunque se conservaba en pie, en cierta forma protegida por los matorrales que
la inundaban. En los últimos años ha sido estudiada y restaurada y se prevé la
creación de un parque arqueológico en su entorno, en el que se han encontrado
muchos restos anteriores a los de la romanización. Han sido hallados en este
lugar, que ya entonces tendría un carácter religioso y de culto, lápidas,
inscripciones y epígrafes, todos ellos dedicados a la deidad prerromana
Ataecina, como se puede reconocer en las inscripciones existentes en los
numerosos sillares de
ese templo que fueron reutilizados en la construcción de Santa Lucía,
probablemente datados en el siglo VI a. C. Las inscripciones hacen también
referencia a la ciudad celtibérica de Turóbriga, que no ha podido ser
localizada hasta ahora.
Su estructura es la más compleja que ha llegado hasta
nosotros de la época visigoda, como si fuera un compendio de todas los tipos de
iglesia que fueron probando en la época de transición, e incluye algunas
características especiales que se reflejarían posteriormente en el arte
asturiano, ya que constaba de:
-
Planta basilical de tres naves, muy estrechas las
laterales, separadas por pilares hoy desaparecidos y que, aunque conserva arcos ojivales evidentemente posteriores, estarían
cubiertas por bóvedas como
en San Pedro de
la Nave y Santa María
de Melque.
-
Tiene
un seudocrucero y
tres cabeceras separadas, cada una con una ventana terminada en arco de herradura con
celosías de mármol hoy desaparecidas, formando una estructura muy semejante a
la de San Juan de
Baños, aunque en este caso el crucero sobresale no sólo de
la anchura de las naves, sino también de la de las cabeceras. Desde el crucero
se accedía a la nave central por un coro más estrecho que dicha nave, además
estaba comunicado con los aposentos laterales pero no con las naves laterales.
-
El crucero tenía siete tramos, los tres que
están delante de las cabeceras estaban cubiertos por cimborrios mientras
que los otros cuatro tenían bóveda de
cañón sobre arcos de herradura a modo de arcos fajones, sobre columnas con capiteles. Este tipo de
bóveda sobre arcos fajones volvería a aparecer en el arte asturiano, así como
la división de una nave en varios tramos con distinta cobertura, que es una de
las principales características de San Miguel de
Lillo, a la que también recuerda por lo complicado de la
estructura de sus tejados, por la existencia de una cabecera triple y por la
sensación de verticalidad del espacio interior, con la nave central mucho más
ancha que las laterales.
-
Las puertas estaban en los costados, como solía
suceder en las basílicas norteafricanas y quedan restos de habitaciones y
pórticos laterales hoy desaparecidos. Es interesante observar que las puertas
eran adinteladas y
con arco de descarga en ladrillo como en las asturianas, lo que también se ha
observado en San Giao de
Nazaré. Otro detalle curioso es que las puertas no tenían
quicios ni soportes, por lo que estarían siempre abiertas hacia esos
compartimentos laterales.
-
Otro detalle muy importante como antecedente de las
iglesias asturianas es que las habitaciones laterales, según su restaurador
Luís Caballero Zoreda, estarían también cubiertas por bóvedas sobre arquerías
adosadas a los muros.
En el entorno de la iglesia de Santa Lucía existieron otras construcciones
de la misma época, la más importante es la iglesia de Santiago, hoy
desaparecida, entre cuyas ruinas se han encontrado mármoles similares a los que
tuvo Santa Lucía y en las excavaciones han aparecido también restos de otros
edificios que la rodeaban. A su lado Oeste había un edificio con su misma
orientación y anchura Otro edificio más pequeño se situaba junto a su esquina
Noroeste. Estos edificios debían formar parte de un conjunto monástico del tipo
del existente en Santa María
de Melque.
Desde nuestro punto de vista, el estudio en profundidad de
esta iglesia y la información que resulte de la restauración que se está efectuando
en San Giao de Nazaré pueden aportar una información fundamental para avanzar
en el conocimiento del arte y la historia del último periodo visigodo.
En relación con Santa Lucía entendemos que tanto por sus
características estructurales, como por su decoración escultórica, muy
semejante a la de San Juan de Baños y a
la del último grupo de Mérida, como por su situación, en una zona que no fue
reconquistada hasta la segunda mitad del siglo XII, y teniendo en cuenta la
prohibición de construir e incluso restaurar edificios cristianos en zona árabe
que fue siempre respetada, se debe desechar absolutamente la posibilidad de que
fuera de época mozárabe. Por otro lado, tampoco nos parece justificada la
teoría de que se tratase de una iglesia arriana, ya que se basa
fundamentalmente en la existencia de tres cabeceras, que son muy semejantes a
las de San Juan de
Baños, construida por Recesvinto en el año 661 y, por lo
tanto, de indudable adscripción católica. También es importante recordar que la
triple cabecera existe en multitud de iglesias españolas del periodo
altomedieval, desde las basílicas paleocristianas de Barcelona y Son Peretó en
Mallorca, hasta San Miguel de Lillo, todas ellas ajenas por completo a la
herejía arriana. Además la última resistencia arriana de la que tenemos noticia
en esta zona fue en el año 589, evidentemente muy anterior a su construcción.
En base a todo lo anterior llegamos a la conclusión de que Santa Lucía del Trampal no
puede ser más que una iglesia monacal visigoda, de la segunda mitad del siglo
VII y construida en una única fase, como se ha demostrado en las campañas
arqueológicas efectuadas entre 1984 y 1990. Por la estructura de las naves y
todos los compartimentos que tienen alrededor, de los que posiblemente alguno
sería un baptisterio exterior, recuerda a alguna de las iglesias
norteafricanas, aunque sin los ábsides contrapuestos tan habituales en ellas,
pero por su cabecera con un raro crucero y capillas separadas, como un nuevo
intento de evolución de las mismas, la podemos inscribir en el conjunto de
iglesias que llamamos de transición entre los tipos de iglesia paleocristiana,
norteafricana y arriana anteriores a la conversión de Recaredo y las conocidas
cruciformes y el, por desgracia, casi desconocido arte áulico toledano
de finales del siglo VII.
Otro tema a considerar es el conjunto de antecedentes de la
arquitectura ramirense que aquí encontramos. Como hemos comentado, tanto las
puertas adinteladas con arco de descarga, como la mezcla de diferentes formas
de cobertura en los distintos tramos de una nave y la existencia de bóvedas
sobre arcos fajones y sobre arquerías adosadas a los muros, son elementos casi
desconocidos en la arquitectura visigoda que ha llegado hasta nosotros y que
aparecen posteriormente en la asturiana. Hasta ahora se había considerado que
ésta, en vez de basarse en la estructura de los edificios visigodos había
tomado su antecedente directo en el arte romano, pero si se tiene en cuenta
nuestra falta de conocimiento sobre las construcciones visigodas en las grandes
ciudades y los puntos en común que van apareciendo, tanto en esta iglesia como
en San Giao de
Nazaré y en Quintanilla
de las Viñas, podría ser interesante reconsiderar las
teorías actuales sobre cómo sería realmente el arte visigodo del siglo VII y su
posible influencia en el arte asturiano.
Planta de Santa Lucia del Trampal Santa Lucia del Trampal Alcuescar (Cáceres)
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